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La crónica menor JUAN GERMÁN ROSCIO, por Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Estamos perdiendo la memoria de quienes han puesto su granito de arena en la consolidación de la nacionalidad y de la cultura patria. Nos quieren acostumbrar a honrar a desconocidos héroes en los que sobresalen los vencedores o vencidos de las gestas guerreras o revolucionarias. La mayor y mejor de las revoluciones es la que genera pensamiento y acción que dignifican y promueven al ser humano. Una de esas personas que no ha sido suficientemente honrada su memoria es Juan Germán Roscio (1763-1821) de quien se acaba de cumplir el bicentenario de su muerte.

El eminente humanista Pedro Grases le considera uno de los cuatro o cinco hombres más ilustres de la Independencia Hispanoamericana. De él dijo Bolívar: es un Catón prematuro en una república en que no hay leyes ni costumbres romanas. Es, sin duda, el jurista más clarividente de que el paso de la monarquía a la libertad democrática era un paso gigantesco que requería una justificación jurídica y canónica. El poder no viene del rey sino del pueblo, fácil decirlo pero más difícil asimilarlo y ponerlo en práctica. El mejor ejemplo lo tenemos en el obispo Rafael Lasso de la Vega quien fue el último nombrado por el rey hispano con juramento de fidelidad incluido. Razona con profusión de argumentos que su paso de realista a republicano no fue producto acomodaticio sino la convicción de un nuevo orden que debía ser respetado para atender debidamente al pueblo.

Este hijo de un inmigrante italiano de Milán, Cristóbal Roscio, y de madre venezolana, Paula María Nieves, mestizo nacido en el llano guariqueño, fue el autor del influyente manifiesto “El triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”, editado por primera vez en Filadelfia durante su exilio en 1817, y escrito en la prisión de Ceuta después de la caída de la Primera República, cuando fue apresado por Monteverde por su actuación primordial en los sucesos del 19 de abril de 1810. Quien mejor ha estudiado a este personaje y su obra es el P. Luis Ugalde quien ha publicado edición crítica de su obra y se ha extendido en otros esritos sobre Roscio.

El padre Ugalde destaca en su obra no sólo su esclarecido intelecto, formación jurídica y fe cristiana, sino su honradez a toda prueba, su acendrada convicción republicana y su tenaz defensa de los mestizos, esclavos y los llamados “blancos de orilla.” Roscio, a quien se le objetaba ser hijo de madre mestiza, promovió la creación de una Biblioteca Pública en 1810, a la cual podían tener libre acceso todos los ciudadanos sin distingos de clase o raza. En uno de los juicios argumentó a favor de su defendida Isabel María Páez: “Infeliz estado, aquel en que la vanidad, la locura y entusiasmo usurpan el premio debido por derecho natural y divino al mérito y a la virtud”.

El prócer civil de San Francisco de Tiznados fue secretario de Relaciones Exteriores de la Primera República y diputado por Calabozo al Congreso Constituyente de Venezuela y, junto con Francisco Isnardy, también de ascendencia italiana, redactor del Acta de Independencia del 5 de julio de 1811, contribuyendo también en forma determinante a la elaboración de la primera Constitución de la República de Venezuela.

Después de su prisión y exilio, Bolívar le llama desde Los Cayos, Haití, y regresa a Venezuela en 1818. El Libertador, cita Ugalde, le recuerda al presbítero José Cortés de Madariaga, que la organización civil de la República requiere de sus servicios, porque “el sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno,” para luego añadir: “Usted y nuestros amigos Roscio y Castillo harían un fraude a la República, si no le tributasen sus virtudes y sus talentos quedándose en una inacción que sería muy perjudicial a la causa pública. Fue diputado en el Congreso de Angostura de 1819 y participó activamente en el Correo del Orinoco, iniciado por Bolívar para difundir la causa republicana. Fue designado vicepresidente del Departamento de Venezuela ante el proyecto de Colombia conformado por Quito, Bogotá y Caracas. De camino para el Congrego de Cúcuta que redactdaría la constitución de Colombia, murió en dicha ciudad el 21 de abril de 1821.

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