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La crónica desde El Ávila : EL SEXTO OBISPO DE CIUDAD GUAYANA, Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Un tercio del territorio venezolano se encuentra por debajo de la margen derecha del imponente Orinoco. Todo el macizo guayanés y la sabana amazónica, con las riquezas naturales que encierra, son estratégicas para el desarrollo armónico del país. Se desprende por su peso la obligación de conocer, conservar, preservar y desarrollar su enorme potencial. La ecología integral de ese vasto territorio debe formar parte de la cultura venezolana, lo que no ha sido ni es así. No podemos ser ajenos a la realidad de la ecología integral en palabras del Papa Francisco, pues la naturaleza y los habitantes primigenios, son parte de nuestra identidad.

Los Pemones, los Waraos, Yanomamis y otras etnias, junto al mestizaje de siglos, son parte de la multiculturalidad no suficientemente valorada socialmente, incluidas las autoridades de todos los tiempos. Sin el caudal hidroeléctrico del Caroní, buen parte de Venezuela no tendría energía eléctrica. El subsuelo guayanés es rico en infinidad de metales y productos estratégicos, presa buscada por intereses económicos sin alma para respetar y explotar racionalmente esos bienes. Los desastres del arco minero, entre otros, claman al cielo.

La Iglesia católica desde la Colonia ha estado presente en esa inmensidad ignota. Los jesuitas en el período colonial con obras, entre otros, como la del Padre José Gumilla, son el mejor testimonio de la agudeza evangelizadora y civilizadora de aquellos intrépidos misioneros de la Compañía de Jesús. Los Capuchinos catalanes, hicieron también de la región guayanesa cercana a la Sierra Imataca, un centro de desarrollo integral, cuyas ruinas en la cercanía de Ciudad Guayana, son un hito importante y claman por su conservación.

El tercer obispado del país fue la diócesis de Guayana (1790), después de Coro-Caracas (1531-1637) y Mérida de Maracaibo (1778). Abarcaba todo el oriente y sur del Orinoco. A finales del siglo XIX volvieron los capuchinos españoles para encargarse del Vicariato del Caroní, con sede en Santa Elena de Uairén.

En 1979 el Papa San Juan Pablo II creó la diócesis de Ciudad Guayana con territorios desprendidos de la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar y del Vicariato del Caroní. Tiene una extensión de.    Kms.2, mayor que los estados andinos juntos. Ha tenido seis obispos: Mons. Medardo Luzardo Romero, el fundador (1979-1986), José de Jesús Núñez Viloria (1987-1990), Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI (1991-2000), Mariano José Parra Sandoval (2001-2016), y Mons. Helizandro Terán Bermúdez OSA (2017-2022). Desde el 25 de febrero de 2023, Mons. Carlos Cabezas Mendoza. En total, tres prelados zulianos, dos trujillanos y un aragüeño. Cuatro diocesanos y dos religiosos.

A la par del desarrollo industrial y minero de la región, la diócesis ha tenido un desarrollo importante. Clero diocesano abundante pero insuficiente, congregaciones religiosas masculinas y femeninas, para la pastoral y la educación. Universidad Católica, colegios y atención a programas sanitarios. Pastoral multicultural para una mejor comprensión y atención a las culturas indígenas y al mestizaje criollo.

Mons. Cabezas recibe la herencia sembrada en más de cuatro décadas de vida diocesana por sus predecesores. Viene con experiencia, ilusión y esperanza de sembrarse en esa Guayana en ebullición, con potencialidades y conflictos, en la senda evangélica de la sinodalidad, trabajo en conjunto y en salida, hacia las periferias existenciales que reclaman mayor justicia e igualdad, para que el evangelio samaritano sea esperanza de un mundo mejor.

Participó casi la mitad del episcopado patrio, en señal de comunión y cercanía afectiva que haga crecer esta porción de la Iglesia en plenitud. Bienvenido Mons. Cabezas a Guayana, y como el mismo dijo: “no hay sexto malo”. Que así sea.

10.-26-2-23 (3846)